sábado, 30 de marzo de 2013

Jesús es presentado a Anás

De las 2 a las 3 de la mañana

Jesús es presentado a Anás.


¡Oh Jesús, quédate siempre conmigo! Madre dulcísima, sigamos juntos a Jesús.
Jesús mío, centinela divino, tú que en mi corazón velas y que no quieres seguir estando solo sin mí, me despiertas y haces que me encuentre junto contigo en la casa de Anás.
Es precisamente ese momento en el que Anás te interroga acerca de tu doctrina y de tus discípulos, y tú, ¡oh Jesús!, para defender la gloria del Padre, abres tu sacratísima boca y con voz sonora y llena de dignidad, respondes:
« Yo he hablado en público y todos los que están aquí me han escuchado ».
Al oír estas palabras tuyas llenas de dignidad, todos tiemblan; pero es tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a ti y con mano de hierro te da una bofetada tan fuerte, que hace que te tambalees, mientras que tu rostro santísimo se pone pálido.
Ahora comprendo por qué me has despertado, dulce Vida mía. Tenías razón: ¿Quién iba a sostenerte en este momento en que estás por caer?
Tus enemigos se ríen a carcajadas satánicamente, silban y aplauden un acto tan injusto, mientras que tú, tambaleándote, no tienes a nadie en quien apoyarte.
Jesús mío, te abrazo; más aún, quiero hacer un muro con mi ser, te ofrezco mi mejilla generosamente, dispuesta a soportar cualquier pena por amor a ti. Te compadezco por este ultraje y unido a ti te reparo por la timidez de tantas almas que se desaniman fácilmente; por quienes a causa del miedo no dicen la verdad; por las faltas hacia el respeto que se le debe a los sacerdotes; y por todas las faltas que se hacen con las murmuraciones.
Pero veo afligido Jesús mío que Anás te envía a Caifás. Tus enemigos te empujan por las escaleras para que te caigas, y tú, Amor mío, en esta dolorosa caída reparas por todos aquellos que de noche caen en la culpa aprovechando la obscuridad, y también llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la fe. Yo también quiero seguirte en tus reparaciones y mientras llegas a donde está Caifás te mando mis suspiros para defenderte de tus enemigos. Y tú, sigue haciéndome de centinela mientras duerma y despiértame cuando tengas necesidad de mí. Por eso, dame un beso y bendíceme. Adiós, beso tu Corazón y en él continúo mi sueño.

Reflexiones y prácticas.
Cuando Jesús estuvo ante Anás, éste le preguntó acerca de su doctrina y de sus discípulos; Jesús, para glorificar a su Padre, responde lo referente a su doctrina, pero no dice nada de sus discípulos para no faltar a la caridad.
Y nosotros, cuando se trata de glorificar a Dios, ¿lo hacemos con intrepidez y valor o más bien nos dejamos vencer por el respeto humano? Debemos decir siempre la verdad aunque sea delante de personas importantes. Cuando hablamos, ¿buscamos siempre hacerlo para gloria de Dios? ¿Soportamos todo con paciencia, así como Jesús, para exaltar la gloria de Dios? ¿Evitamos siempre el hablar mal del prójimo y lo disculpamos si escuchamos que alguien lo hace?
Jesús vigila nuestro corazón y nosotros, ¿vigilamos siempre su Corazón para que no haya ofensa que reciba que no sea reparada por nosotros? ¿Estamos siempre vigilando sobre nosotros mismos, para que cada pensamiento, mirada, palabra y afecto, cada latido de nuestro corazón y cada uno de nuestros deseos sean todos y cada uno, centinelas que se encuentren alrededor de Jesús para que vigilen su Corazón y le ofrezcan una reparación por cada ofensa? Y para lograr esto, ¿le pedimos a Jesús que vigile cada uno de nuestros actos y que nos ayude él mismo a vigilar nuestro corazón?
Cuando Jesús nos llama, ¿nos encontramos listos para responder a su llamada? La llamada de Dios puede hacerse sentir de diferentes maneras: con inspiraciones, con la lectura de buenos libros, con el ejemplo; puede también hacerse sentir sensiblemente con los atractivos de la gracia e incluso bajo cualquier circunstancia.
« Dulce Jesús mío, que tu voz haga eco siempre en mi corazón y que todo lo que me rodea por dentro y por fuera sea tu voz que continuamente me llame a amarte siempre, y que la armonía de tu divina voz me impida escuchar cualquier otra voz humana que me disipe ».

No hay comentarios:

Publicar un comentario