Espera, mi Señor, a que todos Tus hijos
se conviertan ¡antes de que llegue Tu Día!
Tu Trono pronto va a descender entre nosotros,
pero ¿estamos todos preparados?
Permite a Tu Río, cuyas corrientes refrescan
las ciudades áridas, que fluya en nosotros.
Señor, inúndanos. Invádenos, sítianos, y
una vez que Tú estés en nosotros,
¡Tus ciudades nunca podrán caer!
Santifica Tu morada, divinízanos.
para volver a Ti, igual que yo.
Yo no sabía nada de Ti y
de cuánto Te ofendía, mi Señor,
hasta que Tú viniste a mí por la gracia.
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