NOVENA HORA
De la
1 a las 2
de la mañana
Jesús, atado, es hecho caer en el torrente
Cedrón
Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo
por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y
fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, extiendo mis brazos para
abrazarte y apoyando mi cabeza sobre tu corazón empiezo:
Amado bien mío, mi pobre mente te sigue entre la vigilia y el
sueño. ¿Cómo puedo abandonarme al sueño
si veo que todos te dejan y huyen de Ti?
Los mismos apóstoles, el ferviente Pedro que hace poco dijo que quería
dar la vida por Ti, el discípulo predilecto que con tanto amor has hecho
reposar sobre tu corazón, ah, todos te abandonan y te dejan en poder de tus
crueles enemigos.
Mi Jesús, estás solo. Tus purísimos ojos miran a tu alrededor para
ver si al menos uno de aquellos que han sido beneficiados por Ti te sigue para
testimoniarte su amor y para defenderte; y mientras descubres que ninguno,
ninguno te ha permanecido fiel, el corazón se te oprime y rompes en abundante
llanto. Y Tú sientes más dolor por el
abandono de tus fieles amigos que por lo que te están haciendo tus mismos enemigos. Mi Jesús, no llores, o haz que yo llore junto
contigo. Y el amable Jesús parece que
dice:
“Ah hija mía, lloremos juntos la suerte de
tantas almas consagradas a Mí, que por pequeñas pruebas, por incidentes de la
vida, no se ocupan más de Mí y me dejan solo; lloremos por tantas otras,
tímidas y viles, que por falta de valor y de confianza me abandonan; por tantos
y tantos que, al no hallar su provecho en las cosas santas no se ocupan de Mí;
por tantos sacerdotes que predican, que celebran la Santa Misa , que
confiesan por amor al interés y a su propia gloria; esos hacen ver que están en
torno a Mí, pero Yo permanezco siempre solo.
Ah hija, ¡cómo me es duro este abandono!
No sólo me lloran los ojos, sino que me sangra el corazón. Ah, te ruego que repares mi acerbo dolor
prometiéndome que no me dejarás jamás solo.”
Sí, oh mi Jesús, lo prometo, ayudada por tu
gracia y fundiéndome en tu Divina Voluntad!
Pero mientras Tú lloras el abandono de tus amados, tus enemigos no te
perdonan ningún ultraje que te puedan hacer.
Oprimido y atado como estás, oh mi bien, tanto, que por Ti mismo ni
siquiera puedes dar un paso, te pisotean, te arrastran por esas calles llenas
de piedras y de espinas, así que no hay movimiento que no te haga tropezar en
las piedras y herirte con las espinas.
Ah mi Jesús, veo que mientras te arrastran, Tú dejas detrás de Ti tu
preciosa sangre, los rubios cabellos que te arrancan de la cabeza. Mi Vida y mi todo, permíteme que los recoja a
fin de poder atar todos los pasos de las criaturas, que ni aun de noche dejan
de herirte; más bien se sirven de la noche para ofenderte mayormente: quién con sus encuentros, quién por placeres,
quién por teatros, quién para llevar a cabo robos sacrílegos. Mi Jesús, me uno a Ti para reparar todas
estas ofensas.
Pero, oh mi Jesús, estamos ya en el torrente
Cedrón, y los pérfidos judíos se disponen a arrojarte dentro, hacen que te
golpees contra una piedra que hay ahí, con tanta fuerza, que de tu boca
derramas tu preciosísima sangre, con la cual dejas marcada aquella piedra. Después, jalándote, te arrastran bajo
aquellas aguas pútridas, de modo que te entran en los oídos, en la boca, en la
nariz. Oh amor incomparable, Tú quedas
todo bañado y como cubierto por aquellas aguas pútridas, nauseantes y frías, y
en este estado representas a lo vivo el estado deplorable de las criaturas
cuando cometen el pecado. ¡Oh, cómo
quedan cubiertas por dentro y por fuera con un manto de inmundicias, que dan
asco al Cielo y a cualquiera que pudiese verlas, atrayéndose así los rayos de la Divina Justicia ! Oh Vida de mi vida, ¿puede darse jamás amor
más grande? Para quitarnos este manto de
inmundicias Tú permites que los enemigos te arrojen en ese torrente, y todo
sufres para reparar por los sacrilegios y las frialdades de las almas que te
reciben sacrílegamente y que te obligan a que entres en sus corazones, peores
que el torrente, y que sientas toda la náusea de sus almas; Tú permites también
que estas aguas te penetren hasta en las entrañas, tanto, que los enemigos
temiendo que te ahogues, y queriendo reservarte para mayores tormentos te sacan
fuera, pero causas tanto asco, que ellos mismos sienten asco de tocarte.
Mi tierno Jesús, estás ya fuera del torrente,
mi corazón no resiste verte tan empapado por esas aguas nauseantes; veo que por
el frío Tú tiemblas de pies a cabeza; miras a tu alrededor buscando con los
ojos, lo que no haces con la voz, uno al menos que te seque, te limpie y te
caliente, pero en vano; ninguno tiene piedad de Ti, los enemigos se burlan y se
ríen de ti; los tuyos te han abandonado, la dulce Mamá está lejana, porque así
lo dispone el Padre.
Aquí me tienes, oh Jesús, ven a mis
brazos. Quiero llorar tanto, hasta
formar un baño para lavarte, limpiarte y acomodarte con mis manos, los
desordenados cabellos. Mi amor, quiero
encerrarte en mi corazón para calentarte con el calor de mis afectos, quiero
perfumarte con mis deseos santos, quiero reparar todas estas ofensas y ofrecer
mi vida junto con la tuya para salvar a todas las almas. Quiero ofrecerte mi corazón como lugar de
reposo, para poderte reconfortar en algún modo por las penas sufridas hasta
aquí, y después continuaremos juntos el camino de tu Pasión.
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