martes, 16 de octubre de 2012

El Ser Divino es equilibrado. El don del Fiat Divino pone todo en común.


Septiembre 13, 1926

El Ser Divino es equilibrado.  El don del Fiat Divino pone todo en común.
La justicia en el dar quiere encontrar el apoyo de los actos de las criaturas.

(1) Después de haber hecho mi acostumbrado giro en el Supremo Querer, rogaba al buen Jesús, a nombre de su Creación y Redención, a nombre de todos, desde el primero hasta el último hombre, a nombre de la Soberana Reina y de todo lo que Ella hizo y sufrió, que el Fiat Supremo fuese conocido, a fin de que se establezca su Reino con su pleno triunfo y dominio.  Pero mientras esto hacía pensaba entre mí: 
“Si Jesús mismo quiere y ama tanto que su Reino sea establecido en medio a las criaturas, ¿por qué quiere que con tanta insistencia se ruegue?  Si lo quiere lo puede dar sin tantos actos continuos”.  Y mi dulce Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho:
(2) “Hija mía, mi Ser Supremo posee el perfecto equilibrio, y también en el dar a las criaturas mis gracias, mis dones, y mucho más con este Reino del Fiat Supremo, que es el don más grande que Yo ya había dado en el principio de la Creación y que el hombre con tanta ingratitud me rechazó. 
¿Te parece poco poner a disposición suya una Voluntad Divina con todos los bienes que Ella contiene, y no por una hora o por un día sino por toda la vida? 
¿Te parece poco que el Creador ponga en la criatura su Voluntad adorable para poder poner en común su semejanza, su belleza, sus mares infinitos de riqueza, de alegrías, de felicidad sin fin? 
Y sólo con poseer nuestra Voluntad la criatura podía adquirir los derechos de comunidad, de semejanza y de todos los bienes de su Creador, sin Ella no puede haber derecho de comunidad con Nosotros; y si alguna cosa toma, son apenas nuestros pequeños reflejos y las migajas de nuestros interminables bienes. 
Ahora, un don tan grande, una felicidad tan inmensa, un derecho de semejanza divina con la adquisición de la nobleza de nuestra filiación, ¡rechazados! 
¿Crees tú que sea cosa fácil que la Soberanía Divina, sin ser rogada, sin que ninguno se diera un pensamiento de recibir este reino del Fiat Supremo, lo dé a las criaturas? 
Seria repetir la historia que sucedió en el Edén terrestre, y quizá peor, y además nuestra justicia se opondría justamente.
 Por eso todo lo que te hago hacer, los continuos giros en el Querer Supremo, tus oraciones incesantes por que venga a reinar mi Voluntad, tu vida sacrificada por tan largos años, en los cuales no sabes ni del Cielo ni de la tierra, dirigida al único fin de que venga mi Reino, son tantos apoyos que pongo delante a mi justicia para que ceda sus derechos y equilibrándose con todos nuestros atributos, encontrase justo que el Reino del Fiat Supremo sea restituido a las generaciones humanas. 
Esto sucedió en la Redención, si nuestra justicia no hubiese encontrado las plegarias, los suspiros, las lágrimas, las penitencias de los patriarcas, de los profetas y de todos los buenos del antiguo testamento, y además una Virgen Reina que poseía íntegra nuestra Voluntad, que tomó todo con el máximo interés con tantas plegarias insistentes, tomando Ella todo el trabajo de la satisfacción de todo el género humano, nuestra justicia jamás habría cedido al descendimiento del suspirado Redentor en medio a las criaturas. 
Nuestra justicia habría sido inexorable y habría dicho un ‘no’ rotundo a mi venida a la tierra. 
Y cuando se trata de mantener el equilibrio de nuestro Ser Supremo, no hay nada qué hacer. 
Ahora, ¿quién ha rogado hasta ahora con interés, con insistencia, poniendo el sacrificio de la propia vida, para que el Reino del Fiat Supremo venga sobre la tierra y triunfe y domine?  ¡Ninguno! 
Es verdad que la Iglesia recita el Padre Nuestro desde que Yo vine a la tierra, en el cual se pide que venga tu Reino, a fin de que mi Voluntad se haga como en el Cielo así en la tierra, pero, ¿quién piensa en la petición que hacen?  Se puede decir que toda la importancia de tal petición quedó en mi Voluntad, y las criaturas la recitan por recitarla, sin entender y sin interés de obtener lo que piden. 
Por eso hija mía, todo está escondido en el secreto mientras se vive sobre la tierra, por eso todo parece misterio, y si se conoce alguna cosa es tan escaso, que el hombre tiene siempre qué decir, a través de sus velos, sobre todo lo que Yo hago en mis obras, y llegan a decir: 
¿Y por qué este bien, por qué estos conocimientos no han sido dados antes, mientras que ha habido tantos grandes santos?  Pero en la eternidad no habrá secretos, Yo develaré todo y haré ver todas las cosas y obras mías con justicia, y que mi Justicia jamás podía dar este conocimiento si en la criatura no estuviesen los actos suficientes para poder dar lo que la Majestad Suprema quiere dar. 
Es verdad que todo lo que hace la criatura es gracia mía, pero mi misma gracia quiere encontrar el apoyo de las disposiciones y buena voluntad de la criatura. 
Por tanto, para restablecer el Reino de mi Voluntad sobre la tierra se necesitan los actos suficientes de la criatura, a fin de que mi Reino no quede en el aire, sino que descienda para formarse sobre los mismos actos de la criatura, formados por ella para obtener un bien tan grande. 
He aquí el por qué tanto te insisto en el girar en todas nuestras obras, Creación y Redención, para hacerte poner la parte de tus actos, tu te amo, tu adoración, tu reconocimiento, tu gracias sobre todas nuestras obras.  Muchas veces lo he hecho Yo junto contigo, y además por cumplimiento, después de tu giro en nuestra Voluntad, tu estribillo tan agradable a Nosotros: 
‘Majestad Suprema, tu pequeña hija viene ante Ti, sobre tus rodillas paternas, para pedirte tu Fiat, tu Reino, que sea por todos conocido; te pido el triunfo de tu Querer a fin de que domine y reine sobre todos. No soy yo sola quien te lo pido, sino que junto conmigo tus obras, tu mismo Querer, por eso a nombre de todos te pido, te suplico tu Fiat’. 
Si supieras cómo conmueve a nuestro Ser Supremo este tu estribillo, nos sentimos rogar por todas nuestras obras, suplicar por nuestro mismo Querer; Cielo y tierra doblan las rodillas para pedirnos el Reino de mi Eterno Querer.  Por eso, si lo quieres, continúa tus actos, a fin de que una vez alcanzado el número establecido de ellos, puedas obtener lo que con tanta insistencia suspiras”.




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