No me abandones a la indiscreción de mis labios;
Ni permitas que yo me deslice por causa de ellos.
¿Quién será el que emplee el azote o castigo sobre mis pensamientos,
Y la corrección sabia sobre mi corazón? Solo tu Señor.
Por eso, que no justifique mis errores, ni acrecenté mi ignorancia,
Ni multiplique mis faltas y menos aún, me de la libertad de pecar,
Por cuya causa ande yo por el suelo delante de mis contrarios y se ría de mí el enemigo mío.
¡Oh Señor, Padre mío y Dios de mi vida!
No me abandones a sus malvados pensamientos. No permitas en mis ojos la altanería,
Aleja de mi todo mal deseo.
Quita de mí la intemperancia de la guala, y no se apoderen de mí los apetitos de la lujuria;
Ni quieras entregarme a un ánimo inverecundo y desenfrenado.
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