"¿Porque no quieren los homres creee en mi Amor? ¿Es que he sido malo con ellos? ¿ Acaso me vengué de alguien cuando vivi sobre la Tierra? ¿No he sido siempre todo Indulgencia y Perdón? ¿No me convertí todo Yo en Dolor por Amor a vosotros? ¿Porque los hombres no quieren creer en Mi Amor?
Gabriela Bossis
Gabriela Bossis es una actriz de mediados del siglo pasado. Alta, con el pelo rubio como el oro, activa, de paso flexible. Dicen que lo mejor era su sonrisa.
Era la menor de cuatro hermanos. Sensible, se asustaba con los juegos bruscos. Discreta. De su vida hay pocas anécdotas. Nunca hablaba de sí misma. Tuvo muy presente a Dios y contó siempre con Él.
De pequeña, a veces se escondía dentro de un tapíz, enrollada como si fuera un rollo de primavera, en un cuarto, detrás de la cocina de su abuela. Y cuando la llamaban: –¡Gabriela! ¿Dónde estás? Ella pensaba para sus adentros: –Estoy con el Buen Dios.
Creció, y empezó a escribir obras de teatro, comedias preferentemente, y también poesía. Su primera obra de teatro se titulaba El encanto. Tuvo gran éxito. Viajó mucho como actriz. Estuvo en África, Italia, Bélgica, Argelia, Túnez, hasta en Palestina… Se ganó cierta fama, incluso pensó dedicarse al cine.
Se sentía –son palabras suyas– "juglar de Dios". De manera natural, representaba sus obras sabiendo que Dios era su público principal.
En uno de sus viajes, a Canadá, comenzó a escribir en el barco, un libro titulado Diálogos. Allí describe su oración con Dios en medio de un trabajo tan peculiar como ser actriz.
Era consciente de que, si quería, podía comunicarse en cualquier momento con Dios. El Señor le concedió, durante unos años de su vida, la gracia de escucharle con mucha claridad. Esas intervenciones del Señor iluminaban su vida, le tiraban para arriba.
Te leo una de sus notas. Un día estaba en la estación esperando el tren. Y, estando así, mirando a la vía para ver si venía, el Señor le hizo entender: «Tú miras con fijeza en dirección por donde va a venir el tren. De igual manera, Yo tengo mis ojos fijos en ti, esperando que vengas a Mí».
Era la menor de cuatro hermanos. Sensible, se asustaba con los juegos bruscos. Discreta. De su vida hay pocas anécdotas. Nunca hablaba de sí misma. Tuvo muy presente a Dios y contó siempre con Él.
De pequeña, a veces se escondía dentro de un tapíz, enrollada como si fuera un rollo de primavera, en un cuarto, detrás de la cocina de su abuela. Y cuando la llamaban: –¡Gabriela! ¿Dónde estás? Ella pensaba para sus adentros: –Estoy con el Buen Dios.
Creció, y empezó a escribir obras de teatro, comedias preferentemente, y también poesía. Su primera obra de teatro se titulaba El encanto. Tuvo gran éxito. Viajó mucho como actriz. Estuvo en África, Italia, Bélgica, Argelia, Túnez, hasta en Palestina… Se ganó cierta fama, incluso pensó dedicarse al cine.
Se sentía –son palabras suyas– "juglar de Dios". De manera natural, representaba sus obras sabiendo que Dios era su público principal.
En uno de sus viajes, a Canadá, comenzó a escribir en el barco, un libro titulado Diálogos. Allí describe su oración con Dios en medio de un trabajo tan peculiar como ser actriz.
Era consciente de que, si quería, podía comunicarse en cualquier momento con Dios. El Señor le concedió, durante unos años de su vida, la gracia de escucharle con mucha claridad. Esas intervenciones del Señor iluminaban su vida, le tiraban para arriba.
Te leo una de sus notas. Un día estaba en la estación esperando el tren. Y, estando así, mirando a la vía para ver si venía, el Señor le hizo entender: «Tú miras con fijeza en dirección por donde va a venir el tren. De igual manera, Yo tengo mis ojos fijos en ti, esperando que vengas a Mí».
Algo tan simple como esperar un tren, Dios lo convierte en un encuentro. Algo tan indiferente adquiere sentido. Eso hace la fe en las personas, te hace descubrir al Señor.
Otro día que estaría de bajón el Señor le hizo ver: Ofrécete a Mí tal como eres, sin esperar a estar contenta de ti misma. Únete a Mí en medio de tus mayores miserias (...) ¿quién te ama más que yo?
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