miércoles, 28 de marzo de 2012

HORAS DE LA PASIÓN - 3°

Preparación Antes de la



Meditación



Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las veinticuatro horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la hora Y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante todas las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes, o a dormir. Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.
 


TERCERA HORA
De las 7 a las 8 de la noche
La Cena Legal
Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza sobre tu corazón empiezo:
Oh Jesús, ya llegas al cenáculo junto con tus amados discípulos y te pones a cenar con ellos.  Qué dulzura, qué afabilidad no muestras en toda tu persona al abajarte a tomar por última vez el alimento material.  Allí todo es amor en Ti, también en esto no sólo reparas por los pecados de gula, sino que impetras también la santificación del alimento, y así como éste se convierte en fuerza, así nos obtienes la santidad hasta en las cosas más bajas y más comunes.
Jesús, vida mía, tu mirada dulce y penetrante parece escrutar a todos los apóstoles, y aun en el acto de tomar el alimento tu corazón queda traspasado al ver a tus amados apóstoles débiles y vacilantes aún, especialmente el pérfido Judas que ya ha puesto un pie en el infierno.  Y Tú desde el fondo de tu corazón amargamente dices:  “¿Cuál es la utilidad de mi sangre?  ¡He aquí un alma, tan beneficiada por Mí, y está perdida!”  Y con tus ojos resplandecientes de luz lo miras, como queriendo hacerle comprender el gran mal cometido.  Pero tu suprema caridad te hace soportar este dolor y no lo manifiestas ni siquiera a tus amados discípulos; y mientras te dueles por Judas, tu corazón quisiera llenarse de júbilo al ver a tu izquierda a tu amado discípulo Juan, tanto, que no pudiendo contener más el amor, atrayéndolo dulcemente a Ti le haces apoyar su cabeza sobre tu corazón, haciéndole sentir el paraíso por adelantado.
Es en esta hora solemne que en los dos discípulos vienen representados los dos pueblos:  el réprobo y el elegido.  El réprobo en Judas, que siente ya el infierno en el corazón; y el elegido en Juan, que en Ti reposa y goza.
Oh dulce bien mío, también yo me pongo cerca de Ti, y junto a tu amado discípulo quiero apoyar mi cabeza cansada sobre tu corazón adorable y rogarte que me hagas sentir, aun sobre esta tierra, las delicias del Cielo, y así, raptada por las dulces armonías de tu corazón, la tierra no sea para mí más tierra, sino Cielo.
Pero en esas armonías dulcísimas y divinas, siento que se te escapan dolorosos latidos, son por las almas perdidas.  ¡Oh Jesús, no permitas que nuevas almas se pierdan, haz que tu latido corriendo en el suyo les haga sentir los latidos de la vida del Cielo, como los siente tu amado discípulo Juan, y atraídas por la suavidad y dulzura de tu amor, todas puedan rendirse a Ti!
Oh Jesús, mientras permanezco en tu corazón, dame también a mí el alimento como se lo diste a los apóstoles, el alimento de tu Divina Voluntad, el alimento del amor, el alimento de la palabra divina.  Jamás me niegues, oh mi Jesús, este alimento que Tú tanto deseas darme, de modo de formar en mí tu misma Vida.
Dulce bien mío, mientras me estoy a tu lado, veo que el alimento que tomas junto con tus amados discípulos no es otro que un cordero.  Es el cordero que te representa, y así como en este cordero, por la fuerza del fuego, no queda ningún humor vital, así Tú, cordero místico, que por las criaturas debes consumirte todo por fuerza de amor, ni siquiera una gota de tu sangre conservarás para Ti, derramándola toda por amor nuestro.
Así que, oh Jesús, nada haces que no represente a lo vivo tu dolorosísima Pasión, que tienes siempre presente en la mente, en el corazón, en todo, y esto me enseña que si también yo tuviera siempre delante a mi mente y en el corazón el pensamiento de tu Pasión, jamás me negarías el alimento de tu amor.  ¡Cuánto te agradezco por esto!
Oh mi Jesús, ningún acto se te escapa en que no me tengas presente y con el que no intentes hacerme un bien especial, por eso te ruego que tu Pasión esté siempre en mi mente, en mi corazón, en mis miradas, en mis obras, en mis pasos, a fin de que a donde quiera que me dirija, dentro y fuera de mí, te encuentre siempre presente a mí, y dame la gracia de que jamás olvide lo que has sufrido y padecido por mí.  Esta sea para mí un imán, que atrayendo todo mi ser en Ti, no me deje alejarme de Ti.

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Ofrecimiento Después de Cada Hora
 
Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta hora de tu Pasión para hacerte compañía, y yo he venido. Me parecía oírte angustiado y doliente que oras, reparas y sufres, y con las palabras más conmovedoras y elocuentes suplicas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo; ahora, debiéndote dejar por mis acostumbradas ocupaciones, siento el deber de decirte “gracias” y un “te bendigo”. Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos; gracias y te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra, mirada, amargura, ofensa que has soportado. En todo, oh mi Jesús, quiero ponerte un “gracias” y un “te bendigo.” Ah mi Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de agradecimientos y bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo de tus gracias y bendiciones. Ah Jesús, estréchame a tu corazón y con tus santísimas manos márcame todas las partículas de mi ser con tu “te bendigo”, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa que un himno continuo de agradecimiento hacia Ti. Nuestros latidos se tocarán continuamente, de manera que me darás vida, amor, y una estrecha e inseparable unión contigo. Ah, te ruego mi dulce Jesús, que si ves que alguna vez estoy por dejarte, tu latido se acelere más fuerte en el mío, tus manos me estrechen más fuerte a tu corazón, tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, a fin de que sintiéndote, rápidamente me deje atraer a la unión contigo.

Ah mi Jesús, mantente en guardia para que no me aleje de Ti, y te suplico que estés siempre junto a mí y que me des tus santísimas manos para hacer junto conmigo lo que me conviene hacer. Mi Jesús, ah, dame el beso del Divino Amor, abrázame y bendíceme; yo te beso en tu dulcísimo corazón y me quedo en Ti.

HORAS DE LA PASION - 2°

Preparación Antes de la


Meditación


Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las veinticuatro horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de cruz. Ah, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la hora Y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante todas las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes, o a dormir. Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.
 


SEGUNDA HORA

De las 6 a las 7 de la tarde

Jesús se separa de su Madre Santísima y se encamina al Cenáculo
Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza sobre tu corazón empiezo:

Mi adorable Jesús, mientras junto contigo he tomado parte en tus dolores y en los de la afligida Mamá, veo que te decides a partir para ir a donde el Querer del Padre te llama.  Es tanto el amor entre Hijo y Madre que os vuelve inseparables, por lo que Tú te quedas en el corazón de la Mamá, y la Reina y dulce Mamá se deja en el tuyo, de otra manera os habría sido imposible el separaros.  Pero después, bendiciéndoos mutuamente, Tú le das el último beso para darle fuerzas en los acerbos dolores que está por sufrir, le das el último adiós y partes.
Pero la palidez de tu rostro, tus labios temblorosos, tu voz sofocada como si quisiera romper en llanto al decirle adiós, ¡ah! todo me dice cuánto la amas y cuánto sufres al dejarla, pero para cumplir la Voluntad del Padre, con vuestros corazones fundidos el uno en el otro, a todo os sometéis, queriendo reparar por aquellos que, por no vencer las ternuras de los parientes y amigos, los vínculos y los apegos, no se preocupan por cumplir el Querer Santo de Dios y corresponder al estado de santidad al que Dios los llama.  ¡Qué dolor no te dan estas almas al rechazar de sus corazones el amor que quieres darles, para contentarse con el amor de las criaturas!
Amable amor mío, mientras contigo reparo, permíteme que permanezca con tu Mamá para consolarla y sostenerla mientras Tú te alejas, después apresuraré mis pasos para alcanzarte.  Pero con sumo dolor veo que mi angustiada Mamá tiembla, y es tanto el dolor, que mientras trata de decir adiós al Hijo, la voz se le apaga en los labios y no puede articular palabra, casi desfallece y en su desfallecimiento de amor dice:  “¡Hijo mío, Hijo mío, te bendigo!  ¡Qué amarga separación, más cruel que cualquier muerte!”  Pero el dolor le impide aún el hablar y la deja muda.
Desconsolada Reina, déjame que te sostenga, te enjugue las lágrimas y te compadezca en tu amargo dolor.  Mamá mía, yo no te dejaré sola, y Tú tenme contigo, enséñame en este momento tan doloroso para Ti y para Jesús lo que debo hacer, cómo debo defenderlo, cómo debo repararlo y consolarlo, y si debo dar mi vida para defender la suya.
No, no me separaré de debajo de tu manto, a una señal tuya volaré a Jesús y le llevaré tu amor, tus afectos, tus besos junto a los míos y los pondré en cada llaga, en cada gota de su sangre, en cada pena e insulto, a fin de que sintiendo Él en cada pena los besos y el amor de la Mamá, sus penas queden endulzadas.  Después regresaré bajo tu manto trayéndote sus besos para endulzar tu corazón traspasado.  Mamá mía, el corazón me late fuertemente, quiero ir a Jesús, y mientras beso tus manos maternas bendíceme como has bendecido a Jesús y permíteme que vaya a Él.
Mi dulce Jesús, el amor me descubre tus pasos y te alcanzo mientras recorres las calles de Jerusalén junto con tus amados discípulos; te miro y te veo aún pálido, oigo tu voz, dulce, sí, pero triste, tanto que rompe el corazón de tus discípulos, que por oírte así están turbados.
“Es la última vez”, dices, “que recorro estas calles por Mí mismo, mañana las recorreré atado, arrastrado entre mil insultos.”
Y señalando los lugares donde serás más deshonrado y maltratado, sigues diciendo:
“Mi vida está por llegar a su ocaso acá abajo, como está por llegar a su ocaso el sol, y mañana a esta hora no estaré más, pero como sol resurgiré al tercer día.”
Por tus palabras, los apóstoles quedan tristes y taciturnos y no saben qué responder.  Pero Tú agregas:
“Ánimo, no os abatáis, Yo no os dejo, siempre estaré con vosotros, pero es necesario que Yo muera por el bien de todos ustedes.”
Al decir esto estás conmovido, pero con voz trémula continúas instruyéndolos.  Antes de que entres en el cenáculo miras el sol que ya se pone, así como está por llegar al ocaso tu Vida; ofreces tus pasos por aquellos que se encuentran en el ocaso de la vida y les das la gracia de que la hagan terminar en Ti, reparando por aquellos que no obstante los sinsabores y los desengaños de la vida se obstinan en no rendirse a Ti.  Después miras de nuevo a Jerusalén, el centro de tus prodigios y de las predilecciones de tu corazón, y que en pago te está preparando la cruz y afilando los clavos para cometer el deicidio, y Tú te estremeces, se te rompe el corazón y lloras por su destrucción.
Con esto reparas por tantas almas consagradas a Ti, que con tanto cuidado tratabas de formar como portentos de tu amor, y ellas, ingratas, sin corresponderte, te hacen sufrir más amarguras.  Quiero reparar junto contigo para endulzar el dolor de tu corazón.
Pero veo que quedas horrorizado ante la vista de Jerusalén, y retirando de ella tu mirada, entras en el cenáculo.  Amor mío, estréchame a tu corazón, a fin de que haga mías tus amarguras para ofrecerlas junto contigo, y Tú, mira piadoso mi alma, y derramando en ella tu amor, bendíceme.

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Ofrecimiento Después de Cada Hora



Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta hora de tu Pasión para hacerte compañía, y yo he venido. Me parecía oírte angustiado y doliente que oras, reparas y sufres, y con las palabras más conmovedoras y elocuentes suplicas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo; ahora, debiéndote dejar por mis acostumbradas ocupaciones, siento el deber de decirte “gracias” y un “te bendigo”. Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos; gracias y te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra, mirada, amargura, ofensa que has soportado. En todo, oh mi Jesús, quiero ponerte un “gracias” y un “te bendigo.” Ah mi Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de agradecimientos y bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo de tus gracias y bendiciones. Ah Jesús, estréchame a tu corazón y con tus santísimas manos márcame todas las partículas de mi ser con tu “te bendigo”, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa que un himno continuo de agradecimiento hacia Ti. Nuestros latidos se tocarán continuamente, de manera que me darás vida, amor, y una estrecha e inseparable unión contigo. Ah, te ruego mi dulce Jesús, que si ves que alguna vez estoy por dejarte, tu latido se acelere más fuerte en el mío, tus manos me estrechen más fuerte a tu corazón, tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, a fin de que sintiéndote, rápidamente me deje atraer a la unión contigo.

Ah mi Jesús, mantente en guardia para que no me aleje de Ti, y te suplico que estés siempre junto a mí y que me des tus santísimas manos para hacer junto conmigo lo que me conviene hacer. Mi Jesús, ah, dame el beso del Divino Amor, abrázame y bendíceme; yo te beso en tu dulcísimo corazón y me quedo en Ti.

martes, 27 de marzo de 2012

HORAS DE LA PASIÓN


Preparación Antes de la

Meditación

Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las veinticuatro horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de cruz.  Ah, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la hora Y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante todas las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes, o a dormir.  Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.



PRIMERA HORA

De las 5 a las 6 de la tarde


Jesús se despide de su Madre Santísima


Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza sobre tu corazón empiezo:
Oh Celestial Mamá, la hora de la separación se acerca y yo vengo a Ti.  ¡Oh Madre, dame tu amor y tus reparaciones, dame tu dolor, porque junto contigo quiero seguir paso a paso al adorado Jesús!
Y he aquí que Jesús viene y Tú con el alma rebosante de amor corres a su encuentro, pero al verlo tan pálido y triste el corazón se te oprime por el dolor, las fuerzas te abandonan y estás a punto de desfallecer a sus pies.  Oh dulce Mamá mía, ¿sabes por qué ha venido a Ti el adorable Jesús?  ¡Ah!  Él ha venido para darte el último adiós, para decirte la última palabra, para recibir el último abrazo.
Oh Mamá, a Ti me estrecho con toda la ternura de la cual es capaz este mi pobre corazón, a fin de que estrechado y unido a Ti, también yo pueda recibir los abrazos del adorado Jesús.  ¿Me desdeñarás acaso Tú?  ¿No es más bien un consuelo para tu corazón tener un alma a tu lado y que comparta contigo las penas, los afectos, las reparaciones?
Oh Jesús, en esta hora tan desgarradora para tu ternísimo corazón, qué lección nos das de filial y amorosa obediencia hacia tu Mamá.  ¡Qué dulce armonía hay entre Tú y María, qué suave encanto de amor que sube hasta el trono del Eterno y se extiende para salvación de todas las criaturas de la tierra!
Oh Celestial Mamá mía, ¿sabes qué quiere de Ti el adorado Jesús?  No quiere otra cosa que tu última bendición.  Es verdad que de todas las partes de tu ser no salen sino bendiciones y alabanzas a tu Creador, pero Jesús al despedirse de Ti quiere oír las dulces palabras:  “Te bendigo oh Hijo.”  Y este te bendigo aleja todas las blasfemias de sus oídos, y dulce y suave desciende a su corazón; y casi como para poner una defensa a todas las ofensas de las criaturas, Jesús quiere tu “te bendigo.”
Yo me uno a Ti, oh dulce Mamá, sobre las alas del viento quiero girar por el Cielo para pedir al Padre, al Espíritu Santo, a todos los ángeles, un “te bendigo” para Jesús, a fin de que yendo a Él le pueda llevar sus bendiciones.  Y aquí en la tierra quiero ir a todas las criaturas y pedir de cada labio, de cada latido, de cada paso, de cada respiro, de cada mirada, de cada pensamiento, bendiciones y alabanzas a Jesús, y si ninguno me las quiere dar, yo quiero darlas por ellos.
Oh dulce Mamá, después de haber girado y vuelto a girar para pedir a la Trinidad Sacrosanta, a los ángeles, a todas las criaturas, a la luz del sol, al perfume de las flores, a las olas del mar, a cada soplo de viento, a cada llama de fuego, a cada hoja que se mueve, al centellear de las estrellas, a cada movimiento de la naturaleza un “te bendigo”, vengo a Ti y uno mis bendiciones a las tuyas.
Dulce Mamá mía, veo que recibes consuelo y alivio por esto, y ofreces a Jesús todas mis bendiciones en reparación de las blasfemias y maldiciones que Él recibe de las criaturas.  Pero mientras te ofrezco todo, oigo tu voz temblorosa que dice: “Hijo, bendíceme también a Mí.”
Oh dulce amor mío, Jesús, bendíceme también a mí junto con tu Mamá, bendice mis pensamientos, mi corazón, mis manos, mis obras, mis pasos, y junto con tu Mamá bendice a todas las criaturas.
Oh Madre mía, al mirar el rostro del adolorido Jesús, pálido, triste, desgarrador, se despierta en Ti el recuerdo de los dolores que dentro de poco Él deberá sufrir.  Adivinas su rostro cubierto de salivazos y lo bendices, la cabeza traspasada por las espinas, los ojos vendados, el cuerpo desgarrado por los azotes, las manos y los pies traspasados por los clavos, y adonde quiera que Él está a punto de ir, Tú lo sigues con tus bendiciones, y junto contigo lo sigo también yo.  Cuando Jesús sea golpeado por los azotes, coronado de espinas, abofeteado, traspasado por los clavos, dondequiera encontrará junto a tu “te bendigo”, el mío.
Oh, Jesús, oh Madre, os compadezco; inmenso es vuestro dolor en estos últimos momentos, el corazón de uno parece que arranque el corazón del otro.  Oh Madre arranca mi corazón de la tierra y átalo fuerte a Jesús, a fin de que estrechado a Él pueda tomar parte de tus dolores, y mientras os estrecháis, os abrazáis, os dirigís las últimas miradas, los últimos besos, estando yo en medio de vuestros dos corazones pueda recibir vuestros últimos besos, vuestros últimos abrazos.  ¿No veis que yo no puedo estar sin Vosotros, no obstante mi miseria y mi frialdad?
Jesús, Mamá, tenedme estrechada a Vosotros, denme vuestro amor, vuestro Querer, saetead mi pobre corazón, estrechadme entre vuestros brazos, y junto contigo, oh dulce Madre, quiero seguir paso a paso al adorado Jesús con la intención de darle consuelo, alivio, amor y reparación por todos.
Oh Jesús, junto a tu Mamá te beso el pie izquierdo suplicándote que quieras perdonarme a mí y a todas las criaturas por cuantas veces no hemos caminado hacia Dios.
Beso tu pie derecho, perdóname a mí y a todos por cuantas veces no hemos seguido la perfección que Tú querías de nosotros.
Te beso la mano izquierda pidiéndote nos comuniques tu pureza.
Beso tu mano derecha, bendíceme todos mis latidos, pensamientos, afectos, a fin de que validados por tu bendición todos se santifiquen, y junto conmigo bendice también a todas las criaturas, y sella la salvación de sus almas con tu bendición.
Oh Jesús, junto a tu Mamá te abrazo, y besándote el corazón te ruego que pongas en medio de vuestros dos corazones el mío, a fin de que se alimente continuamente de vuestros amores, de vuestros dolores, de vuestros mismos afectos, deseos y de vuestra misma Vida.
Así sea.

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Ofrecimiento Después de Cada Hora



Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta hora de tu Pasión para hacerte compañía, y yo he venido.  Me parecía oírte angustiado y doliente que oras, reparas y sufres, y con las palabras más conmovedoras y elocuentes suplicas la salvación de las almas.  He tratado de seguirte en todo; ahora, debiéndote dejar por mis acostumbradas ocupaciones, siento el deber de decirte “gracias” y un “te bendigo”.  Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos; gracias y te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra, mirada, amargura, ofensa que has soportado.  En todo, oh mi Jesús, quiero ponerte un “gracias” y un “te bendigo.”  Ah mi Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de agradecimientos y bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo de tus gracias y bendiciones.  Ah Jesús, estréchame a tu corazón y con tus santísimas manos márcame todas las partículas de mi ser con tu “te bendigo”, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa que un himno continuo de agradecimiento hacia Ti.  Nuestros latidos se tocarán continuamente, de manera que me darás vida, amor, y una estrecha e inseparable unión contigo.  Ah, te ruego mi dulce Jesús, que si ves que alguna vez estoy por dejarte, tu latido se acelere más fuerte en el mío, tus manos me estrechen más fuerte a tu corazón, tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, a fin de que sintiéndote, rápidamente me deje atraer a la unión contigo.

Ah mi Jesús, mantente en guardia para que no me aleje de Ti, y te suplico que estés siempre junto a mí y que me des tus santísimas manos para hacer junto conmigo lo que me conviene hacer.  Mi Jesús, ah, dame el beso del Divino Amor, abrázame y bendíceme; yo te beso en tu dulcísimo corazón y me quedo en Ti.

Vassula Ryden entrevista en Monterrey, México












"Mi Vassula, Mi Palabra es como una lámpara que alumbra y luce a fin de que cada alma pueda verme, sentirme y volver a Mí. ¿Ves? Yo deseo quitar esta obscuridad que pesa tanto sobre este mundo. Yo os doy Mi lámpara, para que la pongáis sobre un candelero y no debajo de la cama." (Jesús - 28 de agosto, 1989)







jueves, 15 de marzo de 2012

Giro en la Divina Voluntad (2)

Fiat Voluntas Tua





Segunda Hora



El alma sigue a la Divina Voluntad en la creación del mar y del viento.



Vida mía, Jesús, tu Fiat me empuja, y heme aquí por eso a considerar la creación del mar. ¿Pero qué oigo? Oigo un murmullo continuo, símbolo de tu movimiento eterno que jamás se detiene; entro en ese movimiento divino, infinito, incesante, que da vida a todos, y lo hago mío para darlo todo a todos, y para pedirte por todos, el reino de tu Querer.

Mira oh Jesús, con tu Fiat desciendo en el abismo del océano, y dondequiera que yo descubro un movimiento, una vida, un murmullo, hago salir mi grito incesante: "Te amo, te adoro, te agradezco, te bendigo, te glorifico", e invistiendo con mi voz el murmullo del mar; el agitarse de los peces; las olas, ora tumultuosas, ora pacíficas, te pido con insistencia el reino de tu Fiat. ¿No escuchas, oh Jesús, cómo todas las gotas del agua, con su murmullo, al igual que tantas voces dicen: "Fiat, Fiat, Fiat?" ¿Cómo las olas con su fragor parece que quieren abrir el seno del mar, para hacer salir tu Voluntad que las domina, y encerrarla dentro de todas las criaturas, para que todas hagan reinar en sí mismas a tu Fiat Divino?

En este mar yo vengo a exaltar y a amar en su murmullo a tu movimiento incesante; en sus olas altísimas a tu fortaleza y a tu justicia; en las aguas cristalinas a tu pureza que no conoce mancha; en su grandeza, a tu gracia e inmensidad que todo envuelve y encierra. Con tales sentimientos, te ruego, oh Jesús, que hagas al hombre: justo, fuerte, puro; haz que él viva escondido y envuelto en tu santísima Voluntad, a fin de que pueda correr en tu mismo movimiento, de donde él salió.

Vida mía, Jesús, giro ahora en el viento con su frescura, con su violencia e impetuosidad que arroja por tierra, que eleva y rapta; lo considero para amar, alabar, glorificar y para bendecir el imperio de tu Voluntad en él. Ahora parece que gime, y ahora parece que grite; es el amor del Querer Divino el que gime en el viento porque quiere ser reconocido, y no viéndose escuchado, gime y habla con voces arcanas, porque quiere reinar y porque exige su propio dominio en medio de las criaturas. Con el imperio de tu Querer Supremo, haz que venga su reino en medio de las criaturas y que domine sobre ellas, en modo que ninguna le pueda resistir jamás, aliéntalas con su frescura, haz uso de su violencia e impetuosidad para aterrar en ellas al querer humano, para levantarlas y raptarlas en el tuyo. Haz escuchar a todos tus gemidos continuos, hazles entender que quieres reinar en medio de ellos, y si no eres escuchado, grita, habla fuerte, con tus voces arcanas, a fin de que ensordecidos por ellas, cada hombre se rinda y reconozca a tu Santo Querer como su soberano.

Por eso, Amor mío, corro también yo sobre las alas del viento para pedirte por medio suyo el advenimiento del reino de tu Fiat; con cada una de sus oleadas quiero llevar a todos su beso, sus caricias y sus dulcísimos abrazos.



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miércoles, 14 de marzo de 2012

Giro en la Divina Voluntad (1) (Español) - Luisa Piccarreta - SFVT

 Fiat Voluntas Tua





Primera Hora



El alma sigue a la Divina Voluntad en todos sus actos para hacerle compañía,

y recibir su Vida Divina. La sigue en la creación del cielo y del sol.



Jesús, vida mía, latido de mi pobre corazón, respiro de mi pequeña alma, centro de mi inteligen­cia, mi pequeñez se abisma y se pierde en Ti. Como pequeña niña que no sabe dar un paso, a Ti me acerco, me estrecho a tu mano, y junto Contigo entro en la luz interminable de tu Divino Querer.

He aquí que el Padre Celestial ya pronuncia el primer Fiat, y hace salir tanta luz que no se pueden descubrir sus confines. Jesús mío, haz que mi alma reciba toda la virtud, la potencia, la santidad y la luz de tu adorable Fiat, a fin de que no sienta en mí más que su Vida, y así, enriquecida con su Vida, podré abrazar todo, suplir por todos, y pueda atraerlo a la tierra, para que Él regrese triunfante a reinar en medio de las criaturas.

Deja pues, Amor mío, que yo gire en tu Querer, para seguir todos sus actos. ¡Oh, cómo es bello contemplar a la Majestad Suprema, que con un solo Fiat extiende el cielo azul, con millones de estrellas resplandecientes de luz, pronuncia otro Fiat y crea el sol, pronuncia otro más y crea el viento, el aire, el mar y todos los elementos juntos, con tal orden y armonía que rapta al alma!

Mi Jesús, mi Bien, yo quiero hacer mío todo el amor que tuvo tu Fiat Divino al crear el cielo tachonado de estrellas, para poder a mi vez disten­der mi cielo de amor en tu Fiat Omnipotente; y así, invistiendo todo el cielo con mi amor, quiero dar mi voz a cada estrella, a fin de que cada una de ellas repita conmigo: "¡Jesús, te amo, venga pronto tu reino a la tierra. Sea dada gloria perenne a tu Querer      Divino, yo adoro y alabo tu firmeza divina y tu Ser inquebrantable, a fin de que ellos vuelvan firmes a las criaturas en el bien y las dispongan a recibir el reino de tu Voluntad!”

Amor mío, continúo mi giro y voy al sol. Considero el instante en el cual tu Fiat hizo salir tanta luz del Seno de la Divinidad, que formó el globo solar, aquel astro que debía abrazar la tierra con todos sus habitantes, para dar a cada uno de ellos tu beso de luz y de amor, mediante el cual todo debía ser embellecido, fecundado, coloreado, enrique­cido y adornado.

Este sol, tu Fiat lo hizo salir de tu Seno por amor mío, por eso quiero recibir en mí toda su luz, su calor, y todos sus efectos, y así poderte ofrecer también yo, mi sol, para alabar, glorificar y bende­cir por medio suyo a tu luz eterna, a tu amor inextinguible, tu belleza, tu dulzura infinita, tus gustos innumerables. Sí, oh Jesús, yo quiero abrazarte con la misma luz del sol, quiero darte mis besos ardientes con su calor, quiero animar con mi voz todo su resplandor y todos sus efectos para pedirte, desde lo alto de su esfera, hasta lo bajo, allá donde desciende su rayo, el reino de tu Fiat. ¿No sientes Amor mío, que tu Voluntad quisiera desgarrar los velos de la luz para descender a reinar en medio de las criaturas? Y yo, sobre las alas de la luminosidad del sol, vengo a rogarte que nos envíes pronto el reino de tu Fiat.

Desde el centro de este sol te pido que hagas descender tu esplendor en el corazón de los hombres para iluminarlos con tu gracia, y les concedas tu amor para quemar en ellos todo lo que no pertenece a tu Querer. ¡Ah, sí, si tu luz desciende a ellos, se reflejará en ellos la belleza divina, terminarán las iras, las amargu­ras, todos adquirirán tu dulzura, y así la faz de la tierra será renovada!

Cómo soy feliz Vida mía de poderte decir: "¡Sol me has dado, sol te doy!” Yo tengo un astro en mi poder que te pide el reino de tu Fiat, ¿puedes Tú resistir a tanta luz que te ruega? Por eso, oh Jesús, apresúrate, pronto, hazlo ya. Este sol es tu relator divino, por lo tanto, haz, oh Amor mío, que su luz revele con su toque, a todas las criaturas, el reino de tu Fiat, su santidad, y su ardiente deseo de verlas penetrar en Sí mismo para volverlas felices y santas.



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viernes, 2 de marzo de 2012

Acepto tu Sello Señor con alegría y gratitud


O Mi Dios, mi Amado Padre

Acepto con amor y gratitud

Tu Divino Sello de Protección.

Tu Divinidad abraza mi cuerpo y alma por la eternidad

Me postro humilde dando gracias y ofreciendo mi amor profundo y lealtad

A Ti mi Amado Padre.

Te ruego que me protejas a mí y a mis amados con este Sello

Y dedico mi vida a Tu servicio siempre y para siempre

Te amo Padre Querido

Te consuelo en estos tiempos Padre Querido.

Ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu Amadísimo Hijo en expiación por los pecados del mundo y por la salvación de todos Tus niños.

Amén.

Maria Virgen del Monte Carmelo - SFVT





María, Virgen del Monte Carmelo
(Versión en español de: Maria, Virgo Montis Carmeli)

Letra: extraída de "Las Horas de la Pasión" -- 3era Hora de Agonía en el Huerto de Getsemaní, de Luisa Piccarreta.
Música: Schola Fiat Voluntas Tua

Cantico de intercesión por las benditas ánimas del purgatorio, junto a la Santísima Virgen María, bajo la advocación de la Virgen del Monte Carmelo, o Virgen del Carmen...